lunes, 1 de noviembre de 2010

Lo que pasó funda un arquetipo: no existe un personaje histórico ni ficticio que haya vivido lo que vivió Cristina Fernandez. Las viudas que heredaron el poder son como Clitemnestra, asesinas o culpables. Ahora es la pareja presidencial desde cuyo centro surge la muerte y elige a uno, la muerte de golpe que nadie esperó, sin culpables ni causas. El abstracto, un cuerpo o el campo partiéndose al medio (el medio de algo no existe, pero así se dice cuando no se sabe cual de las dos partes es más grande).
La tragedia pública y la privada que se unen en la misma concha. Una reformulación de la historia de las maneras en que el momento histórico condiciona al individuo y el individuo al momento. Una presidenta vestida de negro y recibiendo la viudez con su pueblo. No hay una tradición, cualquier cosa que Cristina haga va a ser novedad. Nosotros tenemos la responsabilidad de entender cual es la mejor manera de relatar. Ella tiene la responsabilidad de construir un símbolo. Ojalá que nunca se saque el vestido negro.
Me la quiero imaginar a Cristina sola y vestida de negro, caminando de una punta a la otra de una casa vacía, silenciosa y pensando mucho. Tiene los teléfonos apagados y los va a dejar apagados la próxima hora. A la mañana un médico intentaba salvarlo y otro caminaba por el pasillo hasta el fondo. Cristina se cuelga mirando el tallo de una flor. Piensa, se para y camina por el pasillo para entregarle al hombre un papel todo escrito a mano. Ahora tiene ganas de pasar un rato sola, escuchar música, pensar en su vida. Le pide a algunos empleados que salgan de la casa, que vayan a tomar algo. Es increíble, nunca vamos a reconciliarnos con el tiempo. El enfermero que recorre el pasillo es un hombre jóven y tranquilo. Preferiría no estar trabajando. Mira las fotos que enmarcaron y ubicaron en la pared este. Son las 11:20 de la mañana y recién ahora puedo imaginármela sola, recién ahora la casa se inmoviliza, queda sin un hombre que recorra el pasillo hasta el fondo. Solamente una mujer sin ganas de pasar por el pasillo.